Como bien indicaban algunos entrenadores que reaccionaban a la anterior publicación https://basketenvena.com/2022/02/16/me-merezco-mas-minutos/ no siempre hay que criminalizar al jugador. En otras ocasiones, el entrenador es el foco del problema que limita el desarrollo de sus jugadores, bien por un exceso de soberbia, bien por ignorancia.
Hablaba en el anterior artículo de la palabra EQUIDAD. Y a decir verdad, los entrenadores no siempre somos justos o equitativos con nuestros jugadores. Mentiriamos todos si dijesemos que no tenemos unos jugadores que, por distintos motivos, nos gustan más que otros.
En este sentido, soy el primero en entonar el mea culpa. Tengo un jugador – cuya identidad omitiré- que está siempre entrenando – recordemos la diferencia entre ir a entrenar y estar entrenando-, es disciplinado, no pone nunca una mala cara ni conmigo ni con sus compañeros, cumple siempre que juega y da el 100% de lo que se le pide. En definitva, el jugador que todo entrenador quiere tener. Este jugador juega menos que otro en su puesto porque a su entrenador – es decir, a mi- le gusta otro jugador que juega en su misma posición y que a nivel de concentración no llega a los niveles de su compañero pero da otras cosas al equipo que creo que puede necesitar.
¿Soy justo? No ¿Hago lo mejor para que el equipo gane? Eso intento.
No vengo aquí a dar lecciones de moral a nadie, pero quien bien me conoce que si busco ganar es por mis jugadores. Hoy vengo a hablar de esos entrenadores a los que cada victoria alimenta su ego. Que ganan por sí o por su (irreal) esperanza de pertenceer en algún momento a algún club o cantera que le encumbre al olimpo de los dioses del baloncesto. De ahí el título de este artículo: Aquí mando yo.
Creo importante en este punto aclarar que un Aquí mando yo no es, per se, algo negativo. En el contexto adecuado, un golpe encima de la mesa es necesario para controlar un irreverente vestuario, sobretodo cuando todos te dan su opinión – en su propio beneficio, claro está- sobre un determinado asunto o hay situaciones de indisciplina.
Existen dos tipos de entrenadores con ese perfil (obviando a los que tienen un trastorno narcisista):
- Entrenador de cierta edad, venido a menos y que en su momento pasó por la cantera de un gran club.
- Chico joven, cercano a la treintena – o ligeramente sobrepasada- con algún que otro curso o clinic a sus espaldas y con un contacto dentro de un gran club.
El primer grupo busca la victoria para demostrar a aquellos que le echaron de ese gran club que estaban equivocados. Que él/ella tenía que haber entrenador a aquel Junior A de Campeonato de España que le quitó el enchufado del Jefe de Cantera o ese EBA que tanto prometía porque el es muy bueno. Con ese objetivo de la victoria suele jugar con pocos jugadores – como antaño- relegando a más de la mitad a un papel residual, de descanso de los primeros ya que «el fin justifica los medios» . Se dirige a sus jugadores con desprecio, voz en grito, tanto durante el partido como durante los tiempos muertos. Fuera de la pista, no tiene ninguna relación con ellos porque está por encima de ellos. Mientras los buenos están sanos el equipo va ganando los partidos y, por supuesto, su método funciona. Pero si alguno de los buenos se lesiona y tiene que entrar en dinámica uno de esos jugadores que él/ella no tenía en cuenta y no da el nivel que su predecesor, se reafirma en su método y en el tipico «por algo no jugaba». A este grupo yo los llamo «Los frustrados».
Por supuesto, este entenador no entiende de equidad ni actitud. Solamente de aptitud. Nunca se para a pensar que un equipo es la suma de todas las piezas y que sin ellas el engranaje no funciona. Que su estrategia a largo plazo está condenada a fracasar porque se generarán envidias y malos rollos dentro del vestuario.
Y sobretodo, nunca es capaz de entender que sus jugadores no tienen culpa de sus frustraciones.
El segundo grupo de entrenadores viene al amparo de las nuevas tecnologías. Igual que los highlights han hecho mucho daño al jugador de baloncesto sin cabeza, la extensa cantidad de cuentas que proliferan en Twitter o Instagram con jugadas o sistemas excepcionales han hecho mucho daño al entrenador sin personalidad propia.
Fruto de la inmadurez, estos entrenadores consideran plenamente aplicable un sistema de Obradoiro a su Junior B masculino sin pararse a pensar que sus jugadores no tienen, ni de lejos, las características de ese equipo. Por supuesto, la culpa de que el sistema que tan bien le funciona a Moncho Fernández no funcione no es suya, sino de sus jugadores que mire usted «que malos son». Este entrenador no conoce que el baloncesto son conceptos, que dentro de un sistema hay varios de ellos y que tienes que dominarlos todos para que sistema genere una ventaja. Su asistencia a cursos formativos le ha permitido intercambiar cuatro palabras con un entrenador/director de cantera, del cual ha conseguido su móvil y espera ansioso la llamada de ese club para dirigir a un Cadete campeonato de España porque «ya me conoce y sabe que soy bueno». Si su equipo pierde es por culpa de los jugadores, ya que él de forma astuta había diseñado en el minuto 10 de partido una defensa especial – por supuesto, no entrenada- que hubiera parado al equipo rival pero que los jugadores no supieron ejecutarla. Para este entrenador, sus jugadores son el fin para conseguir su propósito, que es entrenar a mejores jugadores. Yo los llamo «Los eternos aspirantes»
Dentro de este grupo existe el subgrupo de los entrenadores que por diversos motivos si han entrado en cantera de un club grande y que además siguen entrenando a equipos de otros colegios o clubes. Este entrenador que cree que la exigencia del Junior A de Unicaja es la misma que el Cadete B Femenino del Colegio Los Girasoles o el Senior Autonómica Segunda del Club Atlético Alhaurin y que no admite un no por respuesta. Su método funciona porque «si me ha cogido el Unicaja por algo es» y lo traslada idénticamente a sus equipos «sociales» donde, ni tiene la misma calidad ni el compromiso puede ser semejante porque los chicos y chicas están para pasarlo bien con sus amiigos mientras aprenden y no tienen el objetivo de llegar a ser profesionales. En vez de adaptarse este entrenador a sus jugadores son ellos los que se deben adaptar a él y a su nivel de exigencia, como si se tratase de un semidios con ínfulas de Greg Popovich. Yo los llamo «Los estrellados»
Todos alguna vez hemos tenido alguna característica de los anteriores porque somos personas. De nosotros depende el cambiar para mejorar como entrenadores y líderes de un grupo humano.
A todos los anteriores, solo les puedo dar un humilde consejo: recuerda siempre que tu no eres más que un facilitador del proceso. Que el que juega y decide es el jugador y que le tienes que ayudar a que cada vez juegue mejor y tome mejores decisiones desde el respeto a su figura.